El camino hacia la traducción médica

Por Adriana Pruneda[1]


[1] Perito traductor y psicóloga holística. Amante de la vida, la naturaleza, caminar en las montañas y el vino….

Me encontraba parada en el pódium de la sala de la Asamblea General de la ONU en el Palais des Nations, las banderas de los países miembros alrededor. ¿Sería mi destino trabajar en la ONU como diplomática o como traductora?


Todo empezó cuando era niña. Los idiomas eran parte de mi vida: vivía en un área concurrida por extranjeros. Siempre había alguien para quien interpretar.


Para cuando tenía 18 años, tras una inmersión en francés en Quebec, estaba equipada para ser traductora e intérprete… Solo que en aquella época en México, la única posibilidad era cursar la carrera de letras inglesas o letras francesas, pues no había escuelas de traducción.


Conseguí una beca completa en la Universidad de Texas en Austin. Como tampoco había traducción, opté por el programa de economía que tenía relaciones internacionales.


Y así inició realmente mi vida internacional. En las aulas, los auditorios o el campus, estaba rodeada de personas de diferentes partes del mundo, ¡cuál Naciones Unidas!


Al volver a mi país, ingresé por concurso nacional al Servicio Exterior Mexicano (SEM) al área del Tratado de Libre Comercio con América del Norte.


Posteriormente fui asignada agregado económico en la Embajada de México en Londres y posteriormente en Dublín. En aquel entonces visité Ginebra por primera vez. Me sentía como pez en el agua.


Regresé a Dublín, solicité una licencia del Servicio Exterior y me mudé a Ginebra con la esperanza de encontrar trabajo en alguno de los organismos. Fue entonces que empecé a buscar la posibilidad de encontrar un empleo de temporera en alguno de los organismos. Me presenté a examen para la OMC y HQ. Evidentemente, la competencia era feroz, pero tenía que intentarlo.


Para trabajar en Suiza, necesitas un permiso de residencia o una oferta de trabajo. Estudiar era una opción, ¿pero cómo financiarlo? El programa de la maestría en administración de empresas (MBA) en la Universidad de Webster fue la opción. Me entrevisté con el coordinador de la maestría y me propuso ser su asistente, lo que me otorgaba media beca.


Un par de semanas después, mi jefe me envió a una entrevista a la Organización Mundial de la Salud. La Gerente de la Unidad de Soporte Administrativo del Clúster de Enfermedades No Transmisibles y Salud Mental (MSU/NMH) buscaba una asistente y quería un estudiante de MBA con conocimientos económico-financieros.


Trabajar en la OMS era un regalo de la vida. A lo largo del corredor de la planta baja, desde la entrada, están dispuestas todas las banderas de los países miembros. Y por doquier hay personas de todos colores y nacionalidades.


Como asistente, mi responsabilidad era coordinar diferentes actividades con las secretarias de las diferentes unidades, realizar juntas, emitir informes y apoyar a mi jefa en todo lo necesario. También tenía que apoyar a nuestras unidades financiera y de personal. Todo el personal hablaba muy bien inglés, el idioma de trabajo. Sin embargo, al tratarse de un ambiente multicultural, la ética laboral y las formas eran diferentes y una terminaba traduciendo e interpretando entre las partes a fin de conciliar puntos de vista y métodos.
La vida en la OMS, en particular la MSU/NMH, era generalmente tranquila, salvo en épocas cercanas a la Asamblea… y cuando había emergencias. El respeto a los derechos del personal es importante. Así, por ejemplo, teníamos dos pausas para el café. La gente salía a las 5 y no se esperaba que te quedaras a menos que tuvieras conferencias con alguna otra de las oficinas regionales de la OMS: África, América, Asia Sudoriental, Mediterráneo Oriental y Pacífico Occidental, además de la oficina regional para Europa. El trabajo que los Departamentos de Idiomas hacen es fundamental.


Quizás la desventaja más notoria, al menos para los que deseábamos permanecer ahí eran los contratos temporales, sujetos a renovación y presupuesto. Seguí buscando puestos administrativos y de traducción. Concursé nuevamente para temporera en la OMC. Pero no soy traductora de formación aunque traduzco profesionalmente desde hace más de 20 años. Mi contrato administrativo venció, y al no encontrar donde colocarme, volví a México.


Renuncié al Servicio Exterior para dedicarme a algo que fuera natural en mí: los idiomas. Busqué en sitios de internet como el Translator’s Café y, para mi sorpresa, alguien se comunicó conmigo y así empezó mi vida profesional como traductora.


En estos 20 años he tomado más de una decena de cursos de traducción, dos diplomados de traducción, uno de textos científicos y técnicos y otro de textos sociales, cursos de francés. Formo parte de la lista de peritos del Tribunal Federal de Justicia Administrativa, el Consejo de la Judicatura Federal y el Tribunal Superior de Justicia de la CDMX. En paralelo me formé en tanatología, logoterapia, psicología, intervención en adultos, acupuntura y otras terapias alternas y energéticas. Mucho tiempo me he promocionado como experta en traducción y emociones… al final… también hay que traducir las emociones. En otras palabras traducción aplicada a la psicología y medicina energética.


Ahora curso el Diplomado de Traducción Médica de Pablo Muguërza y por “coincidencia” vi una convocatoria a un puesto de temporero en HQ en la ONU. Hoy más que nunca estoy bien posicionada para competir… hasta que leí la letra chiquita de la convocatoria y descubrí que hay aún un par de exámenes que tomar.


“• This temporary job opening is only open to applicants who have passed the United Nations Competitive Examination for language positions; Spanish Translators/précis-writers, Editors, Verbatim reporters and English linguists (CELP or LCE) or who are already placed on the «Global Language Roster» (GLR).”

              Afortunadamente, tomé la decisión adecuada: el Diplomado de Traducción Médica me posiciona todavía mejor en el fascinante mundo de la traducción médica y de la salud.