A la hora de poner título a esta entrada de mi bitácora dudé mucho entre «inculto» y «no cultivado» (que resulta menos agresivo y refleja mejor mis intenciones), pero me decidí por la primera opción para llamar así tu atención.
En este mundo de traducción, paratraducción y localización, ha irrumpido con fuerza la figura del traductor inculto. Se trata de aquellos traductores que se limitan exclusivamente a manejar información, por muy sofisticados que sean los medios que utilicen para ello.
Ser culto no es saberse la fecha de nacimiento de Mozart o el número de campeonatos del mundo que ha ganado Fernando Alonso. Ser culto es difícil, sobre todo, porque no sabemos muy bien en qué consiste serlo. Más adelante te doy mi definición.
Olvídate del prestigio (polvo y telarañas) de «ser culto» porque eso va a cambiar, si no lo ha hecho ya. Necesitas ser culto porque «culto» es el participio irregular de «cultivar», es decir, que es sinónimo de «cultivado». Y el traductor profesional debe cultivarse continuamente.
El verbo «cultivar» tiene seis acepciones en el DRAE (http://bit.ly/vl2AI2). Ninguna se refiere a la acumulación, el almacenamiento o el depósito de nada: todas son acciones transitivas y describen, de seis formas distintas, tareas de siembra, cuidados y recolección de frutos.
En mi opinión, un traductor (y aun más si se dedica a la localización) tiene la obligación de ser culto, y para ello debe cumplir estos tres requisitos (no vale solo con dos):
– Almacenar en el cerebro (preferiblemente) una enorme cantidad de datos y saber encontrar los que no tenemos en nuestra base cerebral. Ojo, porque antaño los taxistas de Madrid se sabían todas las alineaciones en las que había jugado DiStefano, por ejemplo: una enorme cantidad de datos. Pero no eran cultos por eso. Esta parte de «ser culto» se suple o se complementa fácilmente con el querido Google y los demás buscadores, así que es relativamente asequible para cualquiera.
– Procesar esa enorme cantidad de datos: analizarlos, digerirlos. No basta con transmitirlos. Aquí es donde más fallan los incultos, porque o bien no procesan los datos de su bases o bien solo saben hacer eso. Cuánta gente de las redes sociales solo sabe procesar la información. Pero el tercer paso también es imprescindible.
– Incorporar el resultado de tu procesamiento de tus datos a tu actividad cotidiana, humana y profesional. Si dispones de una buena base de datos (cerebral o en línea) y sabes procesarlos pero no sabes incorporar el resultado a tu vida y a tu trabajo, tampoco serás culto. Y por lo tanto no serás un buen traductor.
Traductor o no, a ser culto se llega leyendo y reflexionando sobre lo leído. Con estas dos actividades se multiplican los contactos entre nuestras neuronas y aumenta la velocidad de circulación de la información por nuestra red personal. Hasta donde yo sé, ningún adelanto tecnológico ha logrado ni de lejos sustituir a la implacable necesidad de leer libros (en el soporte que sea). Traductor: tienes la obligación de cultivarte, es decir, de leer libros durante toda la vida. No hay excusas ni atajos: tienes que aspirar a ser culto.
Coincido completamente contigo. De vez en cuando pienso "Si ya me paso ocho horas días todos los días leyendo textos en un ordenador, ¿no sería mejor que en mi tiempo libre hiciera cosas no relacionadas con la lectura?". Sin embargo, leer libros no sólo es un placer, sino también es una gran ayuda a la hora de realizar el trabajo de traductor.
Muchas gracias por tu comentario, OpenT
Tienes muchísima razón, Pablo. Traductor e inculto son dos términos que nunca deberían yuxtaponerse. También es cierto que hoy lo de que uno lea libros para tratar de cultivarse y lo muestre abiertamente no abunda y quienes sí lo hacen son tachados por muchos de esnobs o intelectualoides (que también los hay, claro, y son quienes dan esa mala imagen imperante de lo que se considera «persona culta»).
Yo tengo un amigo arquitecto de 83 años, con una inconmensurable obra a sus espaldas y un bagaje intelectual más que notable, que dice que ser culto consiste en «que te suene todo, aunque no seas experto en ello». Me parece una buena definición, sobre todo para los tiempos que corren.
Un abrazo.
Totalmente de acuerdo, Pablo. Fíjate que ya te he dicho varias veces que me recuerdas a mi padre (imagino que porque ambos sois médicos). También me recuerdas a él en esto, porque también se queja de que los jóvenes de hoy en día son muy incultos. Y lo sabe con conocimiento de causa, puesto que, con 60 y muchos años, empezó a estudiar la carrera de audiovisuales (vamos, la parte de Periodismo que se centra más en lo audiovisual) y se quejaba de que sus compañeros de clase, todos jovencitos, apenas mayores de edad, con móviles y portátiles, no conocían películas imprescindibles para los expertos de audiovisual, como Casablanca, Ciudadano Kane y otras muchas del cine de los años 40-60.
Aunque no me considere en absoluto culta (por el simple hecho de que me pasé unos años leyendo muy poco), sigo viendo la diferencia entre lo (poco) que sé y lo (muy) poco que saben la mayoría de los que me vienen detrás. Y es una pena que en los colegios, los institutos y las universidades no se potencie más la lectura. Y no la lectura obligatoria de clase, que recuerdo siempre que la odiaba, que me leía mis libros y nunca llegaba a leer los libros obligatorios (o los leía a regañadientes). No entiendo cómo puede ser que, ahora que tienen acceso a todos los libros y todas las películas de todas las épocas, se lea aún menos. Por supuesto, hay excepciones, y eso me alivia (imagino que a ti también). Pero sí, un traductor, aunque se pase ocho horas al día leyendo y aprendiendo cosas, debe seguir leyendo y aprendiendo cosas el resto del día. Es nuestro trabajo, saber, conocer, absorber información, no solo en nuestro idioma, sino también en los idiomas con los que trabajamos. Pasa lo mismo con todas las profesiones. No me imagino a un médico diciendo: "Ya lo sé todo. No necesito saber más". Sería ridículo, sobre todo porque cada día se descubren enfermedades nuevas y nuevas formas de curarlas.
En fin, que creo que me he enrollado mucho. Gracias por recordarnos que no nos podemos quedar durmiendo en los laureles, y que esta batalla tampoco la gana quien tenga más enlaces en Delicious, sino quien sepa mejor utilizar todo aquello que acumula.
Un abrazo.
Jeje, José, que yo he venido a aquí a hablar de mi libr… perdón, que he venido aquí desde el enlace que has publicado en Twitter, que no había leído esta entrada de Pablo en su día. Además de libros, leo blogs y tuits (de gente interesante, por supuesto, nada de ristomejides ni pseudogurús). 😛
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Acabo de borrar, sin querer, mi comentario al querer corregir la coma que faltaba… ay, esta dichosa deformación profesional… Désolé !
Así que para que tu respuesta, Darío, no quede en el limbo de los comentarios olvidados, ahí va, de nuevo, mi texto REVISADO Y CORREGIDO:
Ya lo he dicho en mi perfil de Facebook, desde donde tanto Darío como Curri han debido de recordar esta magnífica entrada tuya, pero lo vuelvo a repetir:
Excelente descripción de la "cultura" paupérrima a la que se puede llegar en la era digital de la información. Se empieza confundiendo información con conocimiento y se termina afirmando ex cátedra: "cliqueo, luego leo".
Eso sí, los hay que se están forrando a base de bien (véase alguna que otra fundación "urgente"…) aprovechando el erial en el que vive quien sólo cultiva la metalectura imperante en la "cultura" del zapping.
No te preocupes, José. A mí me sobra una «a», pero ahí se va a quedar, como muestra de incultura o dejadez o lo que sea. 😉
A mí siempre me llaman la atención los traductores que no son cultos, y todavía más los que no tienen la actitud "culta" de interesarse por todo. Muchas gracias por tu comentario, Darío, es un placer leerte en Tuiter.
Me he perdido algo…Saludos a los dos.
Muchas gracias por tu comentario, Curri. Gracias por el elogio de que te recuerdo a tu padre. Como él, no veo el momento de poder permitirme estudiar otra carrera. Y chino. Y a tocar el piano. Y…
Muchos besos
Muy buenas.
Me parece interesante el apunte que haces en esta entrada. Es algo en lo que he pensado últimamente, sobre todo porque hay compañeros de la carrera que dicen: «Yo no leo, no me gusta leer, pero sólo me concentro en lo que me dan en las tareas para traducir». ¿Cuál es el punto, entonces, de estudiar traducción si no les interesa aprender más? Me extendería hablando al respecto, pero tengo la sensación de que en mi país (México) las cosas son distintas que en España. También estoy de acuerdo con que el hambre de saber más es un requisito obligatorio para quien se interese por esta labor.
Saludos desde este rincón del mundo.
Muchas gracias por el comentario, cuandollueve. Me alegro de coincidir contigo. Saludos a México.