Tomorrow in the battle think on me,
And fall thy edgeless sword. Despair, and die![1]
Richard III, W. Shakespeare
«Mañana en la batalla piensa en mí»
Mientras lees este artículo, miles de traductores de todos los pares de idiomas están librando batallas en el ejercicio del arte de traducir. El «cómo se debe decir» lucha contra el «cómo lo dice la gente». El «siempre se ha dicho así» se enfrenta al «cómo se dice ahora». El «cómo lo quiere mi cliente» choca contra el «cómo lo traduzco yo». Y así ad náuseam.
Como ocurre a veces en la vida misma, a uno y otro lado de la contienda persisten dudas sobre quién manda en cada batallón. «Yo admito la autoridad de Martínez de Sousa, pero no comparto su punto de vista sobre…». «Tal academia o diccionario dice que guion no lleva tilde, pero yo no pienso hacerles caso».
«Caiga tu espada sin filo»
No son espadas lo que necesitamos. Quien se sirva de ella en estos lances, que la deponga ahora mismo y que abandone el combate. Pertréchese el combatiente con mucho estudio, con mucha tolerancia, con mucho sentido común y con el convencimiento de que, en la actualidad, hablar o escribir como se hacía en el pasado (incluso en el más reciente) es sólo signo de inmovilismo, de falta de capacidad de adaptación. Hoy los hablantes decidimos sobre nuestra lengua, y lo hacemos hablándola.
«Desespera y muere»
Algunos se rinden, y no es de extrañar. Tan ardua es la pelea que el escritor, traductor y académico Javier Marías declaró recientemente su
rendición incondicional: «
Me rendí ante la inevitable disgregación del español, su deterioro imparable…».
Yo opino que debemos dar la bienvenida, con adaptación o sin ella, a los calcos, los contagios, los extranjerismos, los neologismos y los préstamos, cuando carecen de un equivalente pleno, útil y que funcione en nuestro idioma, o cuando no lo conocemos, o cuando sí lo conocemos pero no triunfa. Señores chamanes del lenguaje, basta ya de llevarse las manos a la cabeza y de rasgarse las vestiduras por los «baipás», por ejemplo, que se llaman así en nuestro idioma desde mucho antes de que la autoridad decidiera prescindir de la grafía inglesa bypass.
Pero no vale rendirse: para
translational medicine Fernando Navarro propone «investigación aplicable» o «investigación de referencia», y añade:
«Siempre y cuando, claro está, consideremos que vale la pena seguir bregando por asentar en nuestra lengua un término más claro y más informativo; porque para muchos de nuestros colegas la batalla está ya decidida, el uso ha dictaminado con claridad un vencedor —investigación traslacional—y no vale la pena darle más vueltas al asunto».
¿Qué tal si hablamos sobre autoridad en materia de traducción? ¿Qué tal si nos ponemos de acuerdo para subirnos al mismo barco, o para formar parte de una misma escuadra, para navegar juntos en este océano de disparidades lingüísticas en el que zozobramos por separado en pequeñas embarcaciones de fortaleza variable pero casi siempre insuficiente?
En los últimos meses he propuesto en diversas ponencias la posibilidad de incorporar a algunos documentos (el currículo, la correspondencia por el cliente, entre otros) una «declaración de autoridad». Al menos en traducción médica disponemos de varias fuentes perfectamente autorizadas que nos permiten empezar diciendo algo como, por ejemplo, «en materia de terminología sigo las recomendaciones de…».
Los clientes pueden obrar de manera similar, y anunciar desde el principio que recomiendan o imponen alguna de las obras más recientes que se han ocupado de nuestra profesión; o seguir como hacen algunos hasta ahora, y endilgarte con el encargo interminables glosarios o memorias de traducción que rememoran tiempos muy remotos (el siglo XI, en concreto: los reinos de taifas).
Traductor: mañana, cuando vuelvas a ponerte frente al ordenador para traducir un texto, piensa en este artículo; pero no en el sentido en el que lo dice el fantasma de Clarence en el último acto The Tragedy of King Richard III, sino en señal de solidaridad con todos los demás traductores que estamos tratando de hacer un arte de nuestra profesión, para que cada palabra sea el resultado de un batalla librada y ganada con las armas del diálogo y la razón. Sólo así venceremos en esta poética guerra.
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[1]«Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo: desespera y muere», traducción de Javier Marías en su novela de 1994 «Mañana en la batalla piensa en mí».
Debo ser un talibán del lenguaje, especialmente en cuanto a la adaptación fonética del mismo se refiere, porque se me antoja una necedad la grafía de bypass por la de baipás, así como la mayoría del resto de entelequias (entiéndase mandangas) similares de nuestros doctos académicos.
Si el idioma lo determinan los usos y costumbres de los hablantes, su grafía también y, hasta la fecha, solo he visto escrito güisqui en lugar de whisky en una canción de porreros de los años sesenta y fuente de inspiración de nuestros académicos. Lo mismo ocurre con whatsapp, que se ha adaptado fonéticamente cómo wasap, cuando siguiendo la regla del whisky (y del bebercio) debería escribirse en todo caso como guasap.
Además, hoy la coherencia de quienes deben recoger el idioma hablado brilla por su ausencia (no hay más que leer en profundidad a Seco, a Carreter y a otros tantos que les enmiendan la plana, día sí y al otro también, con cargas de profundidad), al haberse convertido en los esclavos sumisos de los peculiares intereses económicos de sus propietarios, especialmente de Telefónica y Planeta, entre otros, denominados con el eufemismo de patrocinadores.
La próxima vez que pida un bocadillo de Frankfurt, pediré un bocadillo de Francfór del Memo, perdón, del Meno. O escribire báit en lugar de byte. Un saludo.
Muchas gracias por tu comentario, Pablo.
No me ha gustado mucho el término «necedad», pero tú sabrás. 🙂
Saludos cordiales.