El intérprete de la Esperanza

Hace más de 10 años trabajaba ocasionalmente como intérprete (y no pienso pedir perdón por ello; entonces las cosas se hacían así). Me llamaban de una agencia de traducciones de Madrid para trabajar en laboratorios farmacéuticos que iban a ser objeto de inspección por parte de sus sedes centrales. Resultaba francamente interesante pasar el día con aquellos trabajadores que no hablaban nada de inglés mientras sufrían las preguntas de sus jefes alemanes o japoneses quienes, con su peculiar uso del idioma de Shakespeare, trataban de pillarles. Y a fe que lo lograban. Así, durante una semana de auditoría.

Un día me llamaron de la agencia para saber si estaría dispuesto a hacer un encargo especial: ser intérprete de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, en la inauguración de las obras de ampliación de una fábrica de papel. Me pareció un reto fascinante y acepté: eran más de 300 euros por una mañana de trabajo, algo muy jugoso entonces.

Lo más increíble de todo es que nadie hizo ninguna comprobación. Si yo hubiera sido talibán (o un ciudadano descontento, sin ir más lejos) quizá a esta hora todavía estaríamos lamentando la desaparición de la lideresa. Porque no hubo preguntas, ni comprobaciones, ni registros, ni nada: una mañana concreta me presenté muy temprano donde me indicaron, un polígono industrial en Alcorcón, si no recuerdo mal.

Habían dispuesto una carpa y unas maquetas, y allí esperamos a la sra. Aguirre, quien llegó con puntualidad y saludó a los presentes. También me saludó a mí, nos subimos al pequeño escenario y se lanzó con su primera frase.

No debía de tener mucha costumbre de utilizar los servicios de un intérprete consecutivo, porque la primera andanada fue imposible de reproducir, por larga y por llena de números. Me quedé paralizado con mi cuaderno de notas y el bolígrafo inane en ristre. Una parte del público soltó risitas nerviosas, mientras el resto esperaba la reacción de ella.

          Mire, déjeme a mí, me dijo la presidenta. Y se lanzó a hablar en inglés ella solita.

No tuve que volver a abrir la boca. Luego visitamos las instalaciones y la seguí solícito, pero no me dio oportunidad de trabajar más. Eso sí, me pidió disculpas un par de veces por no haberme dejado hablar. En mi recuerdo quedaron esta anécdota, su dominio del inglés y su buena educación. Y que pagaron a los 90 días.

1 comentario
  1. Olatz Rodríguez
    Olatz Rodríguez Dice:

    ¡Hola! Soy una estudiante de Traducción e Interpretación de la Universidad del País Vasco y he estado siguiendo vuestros blogs fielmente durante los últimos meses. Hoy he decidido dar el paso de crear el mío propio y este es el enlace: http://www.olatztranslatesandinterprets.com/
    Estaría muy agradecida y me ayudarías a difundirlo y que compartamos nuestras cosas de aquí en adelante. 🙂
    ¡¡¡Muchas gracias y hasta pronto!!!

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